Reflexiones del Grupo de Trabajo de Teología de Lausana
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Esta es una versión condensada del informe completo de las tres consultas del Grupo de Trabajo de Teología de Lausana.
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Preámbulo
El Grupo de Trabajo de Teología de Lausana (en colaboración con la Comisión Teológica de la Alianza Evangélica Mundial) organizó tres consultas con más de 60 participantes de todos los continentes, para considerar los tres temas principales del lema de Lausana: “Toda la iglesia llevando todo el evangelio a todo el mundo”. Estas fueron las consultas:
• Chiang Mai, febrero de 2008, sobre “Todo el evangelio”
• Panamá, enero de 2009, sobre “Toda la iglesia”
• Beirut, febrero de 2010, sobre “Todo el mundo”
En cada encuentro trabajamos en base a 6 artículos plenarios y 15 a 20 estudios de casos, con un máximo de tiempo dedicado al debate interactivo.
Los párrafos que siguen reflejan nuestro intento de unir dimensiones tanto cuantitativas como cualitativas de las tres fases del lema de Lausana a la luz del testimonio bíblico y nuestro propio contexto. Sirven como parte del aporte del Grupo de Trabajo de Teología para la preparación del Tercer Congreso de Lausana – Ciudad del Cabo 2010.
Los artículos y algunos de los estudios de casos han sido publicados en tres números de Evangelical Review of Theology, 33.1 (2009); 34.1 (2010), 34.3 (2010).
Primera parte – Todo el evangelio
Comenzamos por “todo el evangelio” porque la iglesia misma es el producto y la demostración del evangelio, no sólo su portadora. El evangelio, las buenas nuevas de Dios en Jesús de Nazaret, está íntimamente vinculado con la forma en que entendemos la misión de la iglesia y nuestro servicio y testimonio a toda la creación. Hubo seis temas que dieron forma a la consulta:
• El evangelio en la revelación bíblica
• El evangelio y el logro de la cruz
• El evangelio y el poder del Espíritu
• El evangelio en la recepción histórica
• El evangelio en la misión y la cultura
• El evangelio y la ética
Sin embargo, estructuramos nuestro informe final alrededor de seis formas en que el apóstol Pablo usa la palabra “evangelio”.
A. El evangelio cuenta la historia de Jesús a la luz de toda la Biblia.
1. El evangelio es un relato de los sucesos de la muerte y resurrección de Jesús a la luz de las Escrituras del Antiguo Testamento. Como dice Pablo mismo:
Además os declaro, hermanos, el evangelio que os he predicado, el cual también recibisteis, en el cual también perseveráis; por el cual asimismo, si retenéis la palabra que os he predicado, sois salvos, si no creísteis en vano. Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras (1 Co. 15:1-4). (Ver también Gálatas 1:11—2:10)
El evangelio está arraigado en la Biblia, modelado por el reino de Dios y constituido por el logro de Jesús como el Mesías, quien cumplió las Escrituras y encarnó el reino de Dios como rey (comparar Hch. 28:23, 30-31).
2. La definición de Pablo del evangelio incluye tanto los hechos históricos centrales (Cristo murió por nuestros pecados, fue sepultado y resucitó al tercer día), además de su contexto y marco de significado bíblicos (“conforme a las Escrituras”).
Por lo tanto, nuestra comprensión de “todo el evangelio” debe incluir ambos aspectos. Al tomar de toda la Biblia nuestra comprensión de todo el evangelio, evitaremos reducir el evangelio a unas pocas fórmulas para facilitar la comunicación y el “marketing”, y nos recuerda que en última instancia es el Espíritu de Dios quien atrae e incluye a personas de todas las culturas y lugares en esta historia.
3. La naturaleza narrativa del evangelio, basado en la historia completa de la salvación de Dios en la Biblia, significa que personas de diferentes culturas a veces “entran” en la historia en puntos distintos que responden a sus necesidades particulares o inmediatas y son más inmediatamente importantes en su comprensión cultural, para luego avanzar hacia los hechos y afirmaciones centrales que rodean a Cristo. Lo importante es que, no importa cuál sea el “punto de entrada”, las personas son invitadas a entender y confiar en esta historia: la revelación bíblica del Dios vivo y su obra salvadora en Cristo.
El plan de Dios, anunciado a Abraham, siempre había sido traer bendición a través de Israel a todas las naciones del mundo (Ef. 2:11-12). De su condición de alienados de Dios, los gentiles pueden ingresar, “por medio del evangelio”, a la misma posición con Dios que la que disfrutaba hasta ese momento el Israel del Antiguo Testamento, de modo que a través de la sangre de Cristo los judíos y gentiles creyentes pueden convertirse en una nueva humanidad en el Mesías, reconciliados entre sí y con Dios a través de Espíritu Santo (Ef. 2:13-18)
B. El evangelio crea una nueva humanidad reconciliada en la única familia de Dios.
1. El plan de Dios, anunciado a Abraham, siempre había sido traer bendición a través de Israel a todas las naciones del mundo (Ef. 2:11-12). De su condición de alienados de Dios, los gentiles pueden ingresar, “por medio del evangelio”, a la misma posición con Dios que la que disfrutaba hasta ese momento el Israel del Antiguo Testamento, de modo que a través de la sangre de Cristo los judíos y gentiles creyentes pueden convertirse en una nueva humanidad en el Mesías, reconciliados entre sí y con Dios a través de Espíritu Santo (Ef. 2:13-18)
2. Esta obra de pacificación de la cruz –reconciliando a judíos y gentiles, y creando una nueva humanidad– no es un mero subproducto del evangelio, sino que es parte de la esencia misma del evangelio (Ef. 3:6). Pablo la incluye en la obra de la cruz.
3. La iglesia, como la comunidad de los que han sido reconciliados entre sí y con Dios es, por lo tanto, la encarnación del evangelio. “Por medio de la iglesia”, Dios proclama la sabiduría divina del evangelio a los principados y potestades (Ef. 3:10). La iglesia no es un mero mecanismo de entrega del evangelio, sino evidencia en sí misma del poder reconciliador del evangelio.
C. El evangelio proclama el mensaje salvador de la cruz y la resurrección.
1. La naturaleza misma del “evangelio” es la de ser buenas nuevas que tienen que ser anunciadas a todas las naciones como la “palabra de verdad” (Ef. 1:13; Col. 1:5, 23; 1 Ts. 2:13). Hay una dimensión intrínsecamente verbal en el evangelio. Es una historia que necesita ser contada para que su verdad y significación puedan ser entendidas. El mensaje de la cruz se plantea como buenas nuevas frente al trasfondo sombrío de destrucción y muerte causado por la rebelión humana y satánica a cada dimensión de la vida y la cultura humanas y a la creación de Dios.
2. El evangelio declara que, en la obra combinada de la cruz y la resurrección de Cristo, Dios asumió en forma integral el juicio que merece nuestro pecado y realizó la derrota y destrucción última de Satanás, de la muerte y los poderes malignos, la reconciliación de los creyentes con Dios y entre sí atravesando toda frontera y enemistad, y la redención final de toda la creación. Todas las bendiciones del evangelio son regalos de la gracia de Dios, que recibimos exclusivamente por fe en Cristo.
3. La cruz fue el acto supremo de entrega de sí mismo por parte de Dios. Por lo tanto, cuando el evangelio es comercializado o sus beneficios son vendidos para obtener una ganancia, se opone completamente al mensaje de la cruz. El sufrimiento es una dimensión esencial de dar testimonio del evangelio; el Nuevo Testamento lo enfatiza repetidamente. En consecuencia, una de las principales razones por la que rechazamos y denunciamos gran parte del denominado “evangelio de la prosperidad” como un falso evangelio es precisamente porque omite la teología de la cruz y del sufrimiento.
D. El evangelio produce una transformación ética.
1. Jesús dijo: “Arrepentíos, y creed en el evangelio” (Mr. 1:15). Un cambio radical de vida va de la mano de la fe en las buenas nuevas; no puede haber separación entre ellos. El mensaje del evangelio exige no un mero asentimiento mental sino obediencia. El evangelio habla de una salvación que es por gracia y para buenas obras. “Si bien no podemos ser salvados por buenas obras, tampoco podemos ser salvados sin ellas. Las buenas obras no son el camino de la salvación, sino su evidencia correcta y necesaria. Una fe que no se expresa en obras está muerta”. La transformación ética que logra el evangelio es obra de la gracia de Dios. Es la gracia de Dios que nos salva y nos modela para vivir en la luz escatológica de la segunda venida de Cristo (Tit. 2:11-14), y nos permite obedecer, aun cuando esta obediencia fiel al evangelio es sacrificial (2 Co. 9:12-13).
2. Esta comprensión del evangelio como una cuestión de obediencia y no sólo de creencia, es compartida por Pedro (Hch. 5:32; 1 P. 4:17), Santiago (Stg. 2:14-26), Juan (1 Jn. 2:3; 3:21-24; 5:1-3) y el escritor de Hebreos (He. 5:9) y, por supuesto, se retrotrae a Jesús mismo (ej: Mt. 7:21-27; Lc. 11:28; Mt. 28:20; Jn. 14:23-24). El evangelio que es intrínsecamente verbal es intrínsecamente ético en la misma medida. No hay evangelio donde no hay ningún cambio.
E. El evangelio declara la verdad y expone el mal ante el juicio de Dios.
1. El evangelio es también verdad que necesita ser defendida contra el rechazo o la distorsión. Así que existe una dimensión polémica del evangelio. Existe en contraste y en conflicto explícitos con otras cosmovisiones, así como con distorsiones y falsas enseñanzas dentro de la iglesia misma. Ser un siervo del evangelio involucra necesariamente una lucha costosa y una batalla espiritual. Esta fue la experiencia de Pablo, y su advertencia (Gá. 1:6-9; 2:5, 14; Fil. 1:7, 27; 4:3; 1 Ti. 1:11; 2 Ti. 1:8; Flm. 13).
2. El evangelio se planta contra el mal como una parte integral de su postura a favor de las bendiciones de la salvación eterna y la esperanza de la nueva creación de Dios. “El mensaje de salvación implica también un mensaje de juicio a toda forma de alienación, opresión y discriminación, y no debemos temer denunciar el mal y la injusticia dondequiera que existan”. (1)
F. El evangelio es el poder cósmico de Dios obrando en la historia y en la creación.
1. Para Pablo, el evangelio parecía tener vida propia, al punto que él podía personificarlo como algo que obra, actúa, difunde y lleva fruto en todo el mundo (Col. 1:6). Todas las cosas en el universo han sido creadas por Cristo, están siendo sostenidas por Cristo y serán reconciliadas a Dios por Cristo a través de la sangre de su cruz. Este es el alcance impresionantemente universal del evangelio (Col. 1:15-23). Por lo tanto, no es sorprendente que el evangelio sea proclamado “en toda la creación que está debajo del cielo” (v. 23), ya que es buenas nuevas para toda la creación.
2. El evangelio es el poder de Dios en Cristo y a través del Espíritu. No existe un evangelio completo sin la persona, la obra y el poder del Espíritu Santo. Él es el Espíritu misionero del Padre misionero y el Hijo misionero, insuflando vida y poder a la iglesia misionera. Sin el testimonio del Espíritu de Cristo, nuestro testimonio es inútil; sin la convicción del Espíritu, nuestra predicación es en vano; sin el poder del Espíritu, nuestra misión es mero esfuerzo humano; y sin el fruto del Espíritu, nuestras vidas poco atractivas no dan testimonio de la belleza del evangelio. Oramos por un mayor despertar a esta verdad bíblica y realidad experimentada en todas las partes del cuerpo de Cristo de todo el mundo.
Segunda parte – Toda la iglesia
La segunda consulta estudió la identidad, el papel y las funciones de toda la iglesia dentro de la misión de Dios en beneficio del mundo. Tanto la misión como la iglesia y el mundo pertenecen a Dios. La iglesia deriva su identidad y propósito del Dios que nos llamó y nos creó como un pueblo para Sí.
Los debates giraron alrededor de seis temas amplios:
• Toda la iglesia en toda la Biblia
• Toda la iglesia como la sociedad transformada y transformadora
• Toda la iglesia como un pueblo comprometido con la integridad en medio de un mundo dividido
• Toda la iglesia llamada a ser una bendición a todas las naciones, especialmente en contextos de exilio y migración
• Toda la iglesia y las estrategias de misión
• Toda la iglesia en su desconcertante diversidad
Organizamos las conclusiones de esta consulta alrededor de los cuatro grandes términos usados para describir a la iglesia en el Credo Niceno, ya que quedó claro que cada uno de ellos tiene una fuerte importancia misional: “Creo en la iglesia que es una, santa, católica y apostólica”.
A. UNA
1. La iglesia es una con relación al único Dios vivo, porque sólo Él es su Creador, Redentor y Señor, sosteniéndola, santificándola y habitándola mediante su Espíritu único. La iglesia es una con relación a Cristo, porque incluye a todos los que están en Cristo. La iglesia es una a lo largo de la historia, porque incluye a todos los que Dios ha llamado para Sí en todas las edades, antes y después de la encarnación. La iglesia es una en todas las imágenes que aparecen de ella en la Biblia, porque hay una sola casa de Dios, una esposa de Cristo, un sacerdocio y templo, sólo un cuerpo: el cuerpo de Cristo.
2. La iglesia única que Dios ha llamado a la existencia en Cristo ha sido tomada de toda nación, tribu, pueblo y lengua, con el resultado de que ninguna identidad étnica individual puede afirmar ser “el pueblo elegido de Dios”. La elección de Dios de Israel en el Antiguo Testamento fue con el propósito de la creación última de esta comunidad multinacional del pueblo de Dios, y el Antiguo Testamento mismo lo avizora y anticipa. Por lo tanto, afirmamos firmemente que,si bien hay múltiples etnicidades dentro de la única iglesia por la clara intención de Dios, ningún grupo étnico individual tiene un lugar privilegiado en la economía de la salvación de Dios ni en el propósito escatológico de Dios. Por lo tanto, creemos firmemente que el lugar separado y privilegiado dado al moderno estado de Israel en ciertas formas de dispensacionalismo o sionismo cristiano debe ser cuestionado, en tanto y en cuanto niegue la unidad esencial del pueblo de Dios en Cristo.
3. La iglesia como “una” también habla de integración. Anhelamos ir más allá de las dicotomías que lamentablemente nos dividen tan a menudo; más bien, queremos ir hacia una comprensión evangélica de la iglesia en la que dichas dicotomías sean consideradas como inválidas en principio. Algunas de estas falsas y dañinas dicotomías son:
palabra y obra. Ambas son partes esenciales de la vida y el testimonio cristianos. La iglesia, por su vida y sus acciones, es la demostración y la estructura de credibilidad del evangelio. Seremos escuchados por nuestras acciones además de nuestras palabras (1 P. 3).
evangelismo y compromiso social. Creemos que la lucha por expresar la relación entre estos dos aspectos se volvió necesaria en la segunda mitad del siglo XX por la errónea separación entre ellos que había ocurrido en la primera mitad. La relación entre ellos es intrínseca y orgánica. Por lo tanto, instamos a Lausana a sostener su afirmación de una comprensión integral de la misión que incluye a ambos en forma inseparable.
4. El carácter de la iglesia como una debe ser visto también como una parte integral del plan de Dios para toda la creación. Tiene una dimensión profética y escatológica. Pablo ve el carácter de la iglesia como una, como la señal profética de esa unidad reconciliada que un día se cumplirá para toda la humanidad y toda la creación en Cristo (Ef. 1:10, 22-23; Col. 1:15-20).
Nuestra preocupación por la unidad de la iglesia debe ser vista como intrínseca a nuestra comprensión de lo que queremos decir por “toda la iglesia” en su misión. Es significativo que Pedro incluya el mandato: “En fin, vivan en armonía los unos con los otros […]” (1 P. 3:8) dentro de un capítulo que habla del testimonio positivo a los incrédulos.
B. SANTA
1. La santidad del pueblo de Dios es a la vez un hecho y también un deber. Es un don y también una tarea. Es un estado y también una responsabilidad. La iglesia es la comunidad de quienes Dios ha apartado para Sí, y ha santificado (los ha hecho santos: Lv. 22:32; 1 Co. 1:2; 1 P. 1:2). Pero es también la comunidad de los llamados aser santos en todos los aspectos de la vida en la tierra (Lv. 18:3-5; 19:2; 1 P. 1:15-16). Debemos vivir lo que somos. En este sentido, la santidad es también esencialmente misionera, ya que describe una identidad y una vida que están fundadas en el carácter y la misión de Dios.
2. En 1 Pedro (el eco más fuerte en el NT del mandato del AT: “sean santos, porque Dios es santo”) hay un énfasis muy fuerte en “hacer el bien” o “hacer lo bueno” (diez veces sólo en esta carta). Y se esperaba que esta manifestación de santidad práctica –aun por parte de creyentes que sufrían o de creyentes en contextos de opresión (como esclavos o esposas de amos o esposos no creyentes) – fuera fructífera evangelísticamente.
Vivir de una forma santa, a través de hacer el bien, está integrado con “presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros”.
En otras palabras, la santidad es integral a la misión. Hay buen evangelismo cuando los cristianos hacen buenas cosas como fruto de la santidad. Sin embargo, confesamos que no hemos alcanzado a comprender esta santidad misional en por lo menos las siguientes formas:
• No hemos incluido el hecho y la exigencia de santidad como una parte integral de nuestra extensión misional cuando ponemos un énfasis exclusivo en el evangelismo y prestamos insuficiente atención a hacer discípulos.
• Toleramos dentro de la iglesia toda una gama de comportamientos no santos, no piadosos y ajenos a Cristo, sin reconocer que contaminan nuestra eclesiología y socavan nuestra misión. Hay muchas variedades de esta falta de santidad en las diferentes culturas, pero necesitan ser reconocidas y abordadas con humildad.
3. Nos hemos dejado cautivar por idolatrías e ideologías que militan contra la santidad bíblica, la cual exige distinguirnos del mundo que nos rodea. Identificamos algunas de las siguientes formas de idolatría en que los cristianos evangélicos suelen participar, o que encuentran formas de aprobar:
• consumismo o avaricia materialista
• nacionalismo o patriotismo
• violencia
• orgullo étnico
• egoísmo
• injusticia de género
En todos estos temas, vemos la necesidad de que la iglesia misma busque arrepentimiento, perdón y reconciliación, y de que ore pidiendo una santidad de vida y testimonio más proféticos y misionales.
C. CATÓLICA
1. La palabra “católica” en el credo habla de la iglesia universal, que es otro significado de “toda la iglesia”. La iglesia de Dios es universal en su membresía, porque está abierta a personas de toda y cualquier nación. Es universal en su extensión, porque no conoce límites geográficos. Es universal en tiempo y eternidad, porque incluye todo el pueblo de Dios tomado de todas las generaciones de la historia humana. Y es universal a los ojos de Dios, porque el Señor sabe quiénes son suyos.
2. Pero confesamos que frecuentemente no reconocemos plenamente la contribución que traen a la iglesia todos aquellos que Dios ha llamado a ser parte de ella. En nuestra consulta, consideramos especialmente los siguientes grupos, cuyas contribuciones pueden ser subvaluadas, minimizadas, desestimadas o aun impedidas:
• mujeres
• personas con discapacidades (o “con capacidades diferentes”)
• inmigrantes
• culturas indígenas u originarias
• “movimientos internos” (2)
Cuando a tales grupos se los deja permanecer sin voz o invisibles, o son obligados a hacerlo, entonces perdemos el sentido integral, de totalidad, de la iglesia de Dios. En este sentido, cuando no apreciamos y actuamos según la plena catolicidad de la iglesia, dañamos y disminuimos la eficacia de nuestra misión.
3. Dios ha dado una gran variedad de dones, llamados y ministerios a su iglesia universal para beneficio de todos los miembros y para equipar a todo el pueblo de Dios para el ministerio y la misión (1 P. 4:10-11). Necesitamos abrazar esta enseñanza más positivamente y evitar nuestra tendencia a elevar un tipo de dones por sobre otros, o de relegar algunas formas de llamado o ministerio a niveles de importancia secundarios. Afirmamos que los dones y llamados para el ministerio no están definidos por género, ni etnicidad, ni riqueza ni condición social. Dado que toda la iglesia es llamada a la misión, toda la iglesia tiene dones para la misión.
D. APOSTÓLICA
1. La naturaleza apostólica de la iglesia tiene tres significados bíblicos:
a) Histórico: que la iglesia está fundada sobre los apóstoles históricos de Jesucristo. Su testimonio autorizado de Cristo, en palabra, en acción y en los escritos del Nuevo Testamento, junto con su aceptación de la autoridad de las Escrituras del Antiguo Testamento, constituyen la principal fuente autoritativa y final de nuestra eclesiología;
b) Doctrinal: que fuimos llamados a ser fieles a la enseñanza de los apóstoles a través de nuestro sujeción a la autoridad de la Biblia; y
c) Misional: que debemos llevar adelante la misión de los apóstoles de dar testimonio de la obra salvadora de Dios en Cristo.
La iglesia existe como la comunidad de la fe en comunión con los apóstoles; y somos llamados a vivir como quienes son “enviados” en misión, así como los apóstoles fueron enviados por el Cristo resucitado.
2. Hablar de la iglesia como “apostólica” es otra forma de decir que la iglesia es misional por definición. No puede ser de otra forma y ser iglesia. La misión no es algo que agregamos a la identidad y el papel de la iglesia, sino que es intrínseca a ella. Por esta razón, si bien apreciamos el deseo que yace detrás del creciente uso de la frase “iglesia misionera”, la frase es esencialmente tautológica.
3. Nos regocijamos por el celo de muchas diferentes estrategias de evangelismo que han surgido dentro de la iglesia de Dios. Afirmamos y admiramos el compromiso y la energía de quienes llaman la atención de la iglesia a los pueblos y lugares donde el nombre de Jesucristo nunca ha sido oído, y que buscan formas de alcanzarlos con el evangelio. Esta motivación y esfuerzo refleja el corazón del apóstol Pablo mismo. La iglesia apostólica tiene que ser la iglesia evangelizadora.
4. Sin embargo, es posible estar impulsado por estrategias de evangelismo urgentes que carecen de la eclesiología bíblica adecuada o que tienen eclesiologías implícitas que son bíblicamente defectuosas, como:
• Iglesia contenedor: cuando el evangelismo se entiende como llevar la mayor cantidad posible de personas al cielo, la iglesia se convierte en el contenedor donde se guardan los convertidos hasta que llegan allí.
• Iglesia de cosecha: cuando el evangelismo consiste en meter la mayor cantidad de gavillas en el granero antes que finalice la cosecha, en ese caso, la prisa se vuelve fundamental.
• Iglesia salvavidas: cuando el objetivo de la iglesia es salvar almas de un mundo que se hunde, entonces la iglesia se convierte en un bote salvavidas, y no hay ningún fundamento lógico, motivación ni tiempo para involucrarse cultural, social o ecológicamente con el mundo mismo.
5. La prisa evangelística produce un discipulado sin profundidad. Intentar ser apostólico en el celo misionero sin el compromiso con un discipulado santo es hacer pedazos dos de las marcas más esenciales de la iglesia.
Tercera Parte – Todo el mundo
La consulta final abordó el tema de “todo el mundo”, y las reuniones giraron alrededor de seis temas principales:
• El mundo en la Biblia
• El mundo de la creación de Dios
• El mundo de las religiones
• El mundo de la plaza pública globalizada
• El mundo de la violencia
• El mundo de la pobreza y la injusticia
A. EL MUNDO EN LA BIBLIA
1. Existe en la Biblia una ambivalencia fundamental con relación al “mundo”. Por una parte, es la buena creación de Dios, amada por Él y a ser redimida por Él; por otro lado, es el lugar de la rebelión humana y satánica, y de oposición a Dios. Tenemos que tener ambos aspectos en mente, en una tensión creativa, en toda nuestra reflexión y participación misional en el mundo.
2. La Biblia tiene un rico vocabulario para describir el “mundo”. En toda su variedad, las Escrituras hablan del “mundo” en no menos de cinco formas principales. El “mundo” puede significar:
• la creación física
• toda la raza humana, incluyendo naciones, idiomas y religiones
• el lugar de rebelión y oposición a Dios
• el objeto del amor de Dios y el campo de la misión redentora de Dios en la historia
• la nueva creación
La sección final de este informe combina los últimas tres de esas dimensiones bajo el título “El mundo del pecado y la redención”.
3. La Biblia nos dice que Dios es el dueño del mundo, gobierna el mundo, se revela a Sí mismo a través del mundo, observa todo lo que ocurre en el mundo y ama el mundo de “todo lo que ha hecho”. Los seres humanos, como criaturas, comparten todas esas relaciones entre Dios y el mundo.
Si bien cada dimensión de esas relaciones está fracturada y resistida por el pecado, sigue cumpliéndose que, junto con el resto de la creación, todos los seres humanos pertenecen a Dios, viven bajo la soberanía de Dios, tienen algún conocimiento de Dios, son responsables ante Dios, son amados por Dios (no importa cuánto rechacemos su amor o ignoremos las pruebas diarias de este amor, o aun tratemos a Dios como nuestro enemigo) y no pueden escapar de Dios. Vayamos donde vayamos en el mundo, nunca vamos a un lugar donde Dios no esté presente y activo en revelación y gracia soberanas.
B. EL MUNDO DE LA CREACIÓN DE DIOS
1. “De Jehová es la tierra […]” (Sal. 24:1). Nosotros damos testimonio al mundo no cristiano de que “de Jehová es la tierra”. La tierra no es nuestra para hacer lo que queramos porque somos la especie más dominante, ni pertenece a nadie, porque somos sólo una especie entre otras. En los círculos cristianos necesitamos proclamar fuertemente que “de Jehová es la tierra”; y no sólo las personas que están sobre ella: que toda la creación es propiedad de Dios. Cuidamos de la tierra, muy sencillamente, porque pertenece a quien llamamos Señor.
2. La Biblia comienza con la creación (Gn. 1-2), finaliza con una nueva creación (Ap. 21-22) y presenta a Jesús como Aquél a través de quien Dios ha reconciliado todas las cosas en el cielo y en la tierra con Él a través de la sangre de su cruz (Col. 1:15-23). El evangelio es buenas nuevas para toda la creación porque el evangelio es las buenas nuevas de lo que Dios ha hecho en Cristo para deshacer todos los efectos del pecado humano y la maldad satánica, y para redimir toda su creación.
3. En la misión cristiana, la proclamación combinada del reino de Dios y el señorío de Jesucristo constituye un fundamento suficiente para la urgentemente necesaria integración del cuidado de la creación a nuestro pensamiento misional. Si Jesús es Señor de toda la tierra, no podemos separar nuestra sujeción a Su señorío de la manera en que actuamos con relación a la tierra, porque el señorío de Cristo abarca toda la creación. Proclamar el evangelio que dice que Jesús es Señor es proclamar el evangelio que incluye la tierra. El cuidado de la creación es un tema del evangelio.
4. La mayor amenaza a la creación en nuestro mundo hoy es la idolatría del consumismo y el materialismo. El evangelio pone el hacha a la raíz del consumismo. Confrontar esta idolatría dominante, incluso a través del cuidado de la creación y la defensa del medio ambiente, es involucrarse en una guerra espiritual donde sólo el poder de la oración y el evangelio son decisivos.
5. Ciudad del Cabo 2010 debe llamar a los evangélicos a reconocer nuevamente la afirmación bíblica del propósito redentor de Dios para la creación misma. La misión integral significa discernir, proclamar y vivir la verdad bíblica de que el evangelio es las buenas nuevas de Dios, a través de la cruz y la resurrección de Jesucristo, para las personas, también para la sociedad y también para la creación. Los tres destinatarios están quebrantados y sufren por el pecado; los tres están incluidos en el amor y la misión redentores de Dios; los tres deben formar parte de la misión integral del pueblo de Dios.
6. Los cristianos que están trabajando en la biología ambiental y en el cuidado de la creación tienen un llamado misional válido que necesita ser reconocido, alentado y apoyado con recursos por la iglesia, porque ejemplifican cómo integrar el cuidado de la creación en lo que significa proclamar a Jesús como Señor. Cuidar de la creación es un acto de fidelidad a todo el evangelio bíblico y a la misión que fluye de él. Vale la pena notar que quienes participan en este cuidado de la creación como su vocación misional personal dan testimonio con gozo de su fruto evangelístico también. Esto no se ve como una motivación previa o una intención oculta de su labor, sino como un resultado natural y esperado de la fidelidad a la voluntad de Dios.
C. EL MUNDO DE LAS CULTURAS Y LAS RELIGIONES
1. El mundo de la humanidad existe, por clara intención de Dios, en naciones, tribus y lenguas; en otras palabras, en culturas. Las culturas humanas son religiosas en diversas formas y grados. La distinción entre religión y cultura es mucho menos clara de lo que suele presentarse. Todas las religiones existen dentro de culturas, impregnándolas y dándoles forma. Por esa razón, las religiones comparten la ambigüedad radical de todas las culturas humanas.
2. Hay por lo menos tres elementos entrelazados dentro de las religiones como fenómenos culturales. Primero, dado que todos los seres humanos han sido creados a la imagen de Dios y reciben la revelación general de Él, habrá alguna evidencia de la obra de revelación de Dios dentro de los elementos religiosos de cualquier cultura. Pero, segundo, dado que todos los seres humanos son pecadores, dicha revelación también estará distorsionada y oscurecida por nuestra desobediencia voluntaria, y esto también asumirá formas religiosas. Y tercero, dado que Satanás también está obrando en el mundo, habrá elementos de engaño y maldad satánicos en todas las religiones influidas por la cultura. Resumiendo, todas las religiones pueden incluir elementos de la verdad de Dios, pueden estar fuertemente cargadas de pecado y pueden ser sistemas de esclavitud e idolatría satánicos.
3. Todos los seguidores de Cristo experimentan el desafío de la doble pertenencia: somos cristianos que pertenecemos a Jesús, y además nos encontramos dentro de alguna cultura a la que pertenecemos por nacimiento o circunstancias. El desafío es que mientras no podemos escapar al hecho de esta doble pertenencia, somos llamados a una lealtad de pacto única al Señor Jesucristo.
4. Los cristianos de Occidente enfrentan el desafío de la “doble pertenencia”, de ser discípulos de Jesús mientras viven dentro de culturas de consumismo y militarismo. Deben estar conscientes del poder idolátrico y cuasi-religioso de esas fuerzas dominantes en su cultura y la medida en que los creyentes pueden ser subvertidos por el sincretismo inconsciente y la idolatría cultural.
5. Hay algunos pueblos en otras culturas, no conectadas previamente con el cristianismo establecido, que ahora están siguiendo a Jesús mientras viven dentro de sus tradiciones religioso-culturales originales. En su búsqueda de seguir a Jesús fielmente, se reúnen con otros de Sus seguidores en pequeños grupos para tener comunión, enseñanza, adoración y oración centradas alrededor de Jesús y la Biblia. Al mismo tiempo viven sus vidas social y culturalmente dentro de sus comunidades de nacimiento.
6. Todos los fenómenos relacionados con seguir a Jesús dentro de diversas tradiciones religioso-culturales, sean de Occidente o no, requieren una cuidadosa evaluación bíblica, teológica y misionológica. Los peligros del sincretismo están en todo el mundo, así como las complejidades de la contextualización cuidadosa y bíblicamente fiel. Somos llamados al discernimiento cuidadoso en cuanto a qué elementos de cualquier cultura religiosa son marcas de la gracia y providencia comunes de Dios, y cuáles son idolátricas.
D. EL MUNDO DEL PECADO Y LA REDENCIÓN
1. Vivimos como personas quebrantadas y pecadoras en un mundo quebrantado y pecador. Nuestra conferencia tocó varias áreas importantes donde aparece ese quebrantamiento:
• los efectos negativos de la globalización
• la continua pobreza global e injusticia económica
• los desafíos del crecimiento de la población y los enormes centros urbanos
• la destrucción del medio ambiente natural y el cambio climático generado por el hombre que ya está afectando a los más pobres del mundo
• el flagelo del VIH-SIDA
• las culturas de violencia que permean la sociedad desde niveles domésticos a internacionales
• la amenaza del desastre nuclear
• los peligros del terrorismo y sus causas subyacentes
• el avivamiento de las divisiones étnicas y religiosas
2. Toda teología de misión debe tomar en cuenta estas realidades globales al discernir lo que significa abordar todo el evangelio para todo el mundo. Cuando hablamos del “mundo”, no podemos sólo pensar numéricamente en “todas las personas que viven en el mundo”. Debemos pensar contextualizadamente en todo lo que está en el mundo que afecta las vidas de las personas, las estructuras sociales que les dan forma y el medio ambiente físico del cual dependen.
Nuestro llamado misional exige un consumo más cuidadoso y crítico, producción creativa, denuncia profética, defensa y movilización por las víctimas de injusticia en todo el mundo. Si bien apoyamos el Desafío Miqueas de hacer responsables a nuestros gobiernos por sus compromisos de “convertir la pobreza en historia”, debemos dedicarnos a “convertir la avaricia en historia” en nuestras propias vidas, iglesias, comunidades, países y mundo.
3. La iglesia como el pueblo del Dios creador y redentor, por lo tanto, también vive con la ambigüedad de que nosotros mismos somos personas caídas que compartimos el quebrantamiento del mundo y a menudo contribuimos a ese quebrantamiento; y, sin embargo, somos redimidos para vivir en forma redentora dentro del mundo. Damos testimonio del hecho logrado de la redención (en el mensaje de la cruz y la resurrección), damos testimonio del poder continuo de Dios a través de Su Espíritu que obra constantemente en nuestros días, y damos testimonio de la esperanza de la redención última de toda la creación.
4. Tenemos esperanza, no en el éxito final de lo que nosotros podemos hacer para arreglar el mundo, sino en la victoria alcanzada de Dios a través de Cristo, que garantiza la nueva creación donde todo lo que está quebrantado será hecho nuevo.
Epílogo
Como Grupo de Trabajo de Teología de Lausana, ofrecemos estas reflexiones, preguntas y desafíos a todo el pueblo de Dios que espera, con nosotros, compartir las bodas del Cordero.
Entonces los redimidos de toda tribu, nación y lengua se unirán a los ángeles para cantar las alabanzas de Jesús. Entonces veremos todo lo que el evangelio completo habrá logrado a través de Cristo, porque entonces veremos la redención de incontables millones de vidas humanas, el purgamiento y la transformación de cada cultura humana y la renovación de toda la creación.
Entonces nos uniremos final y plenamente con “todo lo creado que está en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de la tierra, y en el mar, y a todas las cosas que en ellos hay”, para cantar:
“Al que está sentado en el trono,
y al Cordero,
sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder,
por los siglos de los siglos” (Ap. 5:13).
1 John Stott, Christ the Controversialist, London: Tyndale Press, 1970, p. 127.
2 El pacto de Lausana, párrafo 5
3 Seguidores de Jesús que siguen dentro de la cultura religiosa que los rodea; ver la Tercera parte, secciones C5 y C6.
4 Que dice lo mismo dos veces con diferentes palabras
Editado en México por:
Lic. Addy Duarte de Markham
Miembro de la Delegación Mexicana en el III Congreso Lausana Cd. del Cabo Sudáfrica