Gayo, el agente secreto de las misiones

La ventana 10-40 es un cuadro imaginario sobre el globo terráqueo, formado por los paralelos 10 y 40 norte. Dentro de estas líneas están ubicados los lugares del mundo menos evangelizados.

Dentro de la ventana 10-40, viven mayormente musulmanes, hinduistas, budistas y ateos (entre otras religiones tribales). La población en esta área es alrededor de 4,000 millones de personas, entre los que solo hay un 2% de cristianos conservadores, y debido la alta resistencia, hay pocos misioneros y poco testimonio. Además ellos son algunos de los más pobres en el mundo. Para muchos, esta área debe ser la primera prioridad para los esfuerzos misioneros.

Por muchos factores, los misioneros norteamericanos y europeos no son bienvenidos o tienen poco éxito en estos países. Pero, misioneros de América Latina tienen más potencial para hacer un impacto. El gran desafío es cómo movilizar a misioneros latinoamericanos a los lugares que más los necesitan. Para lograr este desafío hay dos elementos: el misionero y los que participan en mandarlo.

El pasaje de 3 Juan 1-8 habla de estos dos elementos. El apóstol Juan habla de “hermanos” que viajaban de iglesia en iglesia en el siglo I D. C. Estos “hermanos” eran los misioneros primitivos de la primera iglesia, y servían como representantes del apóstol Juan (probablemente ubicado en Éfeso al final de su vida). Ellos viajaban para hacer avanzar el evangelio y animar a las iglesias ya establecidas. En sus viajes, ellos tenían necesidad de hospedaje y fondos para transporte. Gayo fue uno de los que ayudaron a estos misioneros. Por esto, Gayo llegó a ser el agente secreto de misiones. Fue una persona muy clave, porque sin él, y muchos otros como él, hubiera sido imposible que las misiones tuvieran éxito.

Los versos 1-8 se dividen en dos secciones. Primero, Juan explica la manera de vivir de Gayo (1-4) y luego, anima a Gayo motivándolo a apoyar a los misioneros. Gayo bien representa a la persona idónea para participar en el envío de los misioneros a los lugares que más los necesitan.

La manera de vivir de Gayo (1-4) tiene tres características importantes. Gayo tiene un alma próspera (1-2). Su vida espiritual es tan próspera que Juan puede desear que Gayo tenga prosperidad y buena salud a la misma medida que su alma prospera. El verso 2 no es una promesa, sino un deseo, pero muestra algunas características ideales para este agente secreto de misiones. Él vive de tal manera, que Dios bendice su vida con abundancia. Su abundancia era tanto espiritual como física, y por esto, está en una posición ideal para apoyar misioneros.

La segunda característica de la manera de vivir de Gayo es un testimonio poderoso (v.3). El testimonio poderoso de Gayo llegó a oídos del apóstol Juan por medio de los hermanos “misioneros” que volvieron a Éfeso y reportaron a la iglesia de cómo Gayo les había ayudado.

Finalmente, la tercera característica de la manera de vivir de Gayo era sus pasos rectos (v.4). El “andar en la verdad” quiere decir una relación estrecha con el Señor Jesucristo. La persona “anda en la Verdad” o “se relaciona con el Verdadero” cuando toda su conducta, mente y corazón están dedicados a los propósitos del Señor. Gayo “anduvo en la Verdad” porque él estuvo dedicado completamente al desarrollo del evangelio.

Gayo tenía una manera de vivir caracterizada por un alma próspera, un testimonio poderoso y pasos rectos. Luego, el apóstol Juan le dio cuatro motivaciones para apoyar más a los misioneros. Gayo ya apoyaba a los misioneros, pero Juan quiere animarle a seguir en este ministerio. Las cuatro motivaciones nos dan, como lectores, cuatro razones por las cuales debemos apoyar con sacrificio a los misioneros latinoamericanos que salen a los lugares donde son necesarios.

La primera motivación es que los misioneros son dignos de apoyo (vv.5-6). Gayo hará bien si encamina a los misioneros como es digno de Dios (v.6). El verbo traducido “encaminar” tiene el sentido de ayudar a una persona con su viaje. En el medio oriente, la hospitalidad de un viajero incluía la ayuda económica o las provisiones necesarias para que la persona pudiera llegar a su siguiente destino. En la iglesia primitiva, esto representaría apoyar al misionero para viajar de una iglesia hasta que llegara a la siguiente. Para las misiones hoy, “encaminar” a un misionero a lugares no-evangelizados incluye todo el apoyo necesario para salir de y regresar a su iglesia de origen.

Es muy importante preguntarse cuáles misioneros son dignos de apoyo, si vamos a encaminarlos dignamente. Existen dos criterios: El primer criterio tiene que ver con las habilidades y características del misionero. 3 Juan 12 habla de un misionero, Demetrio, que “tiene buen testimonio de parte de todos y de parte de la verdad misma”. Misioneros que han sido bien entrenados en la obra misionera y en la Biblia, que tienen habilidades profesionales con las que pueden ayudar a otros, que tienen experiencia misionera, que tienen buen testimonio y que tienen buena experiencia en el ministerio en América Latina, son los más dignos de nuestro apoyo. Además, el segundo criterio tiene que ver con el lugar y la obra misionera que va a realizar el misionero. Los misioneros que van a evangelizar y a ministrar en las partes del mundo con más necesidad, son los más dignos de apoyo. Mandar a un joven sin entrenamiento ni experiencia a la playa de Florida, en Estados Unidos, para broncearse y evangelizar al sol, no tiene una prioridad alta considerando los recursos disponibles de la iglesia latinoamericana.

La segunda motivación para apoyar a los misioneros es que están dedicados al Señor (v.7). Los misioneros “salieron a favor del Nombre”. El “Nombre” aquí se refiere a Jesucristo. Ellos tienen tal dedicación al Señor, y se van a las misiones porque quieren proclamar su Nombre.

La tercera motivación para apoyar a los misioneros es porque dependen de la iglesia (v.7). Los misioneros salieron “sin aceptar nada de la gente no cristiana”. En el siglo I d. C., había religiosos y filósofos profesionales que vivían para viajar predicando y divirtiendo a los pueblos. Después hacían una colecta de dinero para seguir viajando. Los misioneros que salieron de Éfeso no vivían así, sino dependían totalmente de las iglesias que visitaban.

Los misioneros que reciben de la iglesia todo lo que necesitan, pueden dedicar todo su tiempo a la obra misionera. En Hechos 18:1-5 hay un buen ejemplo de un misionero, Pablo, que depende del apoyo de la iglesia. Al principio del capítulo estaba sin fondos, y tenía que trabajar en la fabricación de carpas, pero en Hechos 18:5, llegaron Silas y Timoteo con la ofrenda de la iglesia de Filipos (Fil. 4:15; 2 Cor. 11:8-15). Desde este punto de vista, Pablo se dedicó de tiempo completo a la predicación del evangelio y la iglesia en Corinto se multiplicó mucho más rápidamente.

Entonces, Juan nos motivó a apoyar a los misioneros porque son dignos de apoyo, están dedicados al Señor, dependen de la iglesia y, finalmente, por causa de la doctrina de recompensas. Juan escribe: “debemos apoyar a tales misioneros para que seamos colaboradores en la verdad” (v.8). Hay un principio bíblico muy importante en ser “colaborador”. El principio se encuentra en Mateo 10:41, “El que recibe a un profeta como profeta, recibirá recompensa de profeta; y el que recibe a un justo como justo, recibirá recompensa de justo”. Colaboradores como Gayo, que apoyan a los misioneros, reciben la misma recompensa que merecen los misioneros.

Sueño que algún día en el cielo, una persona de Indonesia me dará las gracias por hacer posible que esté allí. Debo explicar que nunca en la vida he viajado a Indonesia para predicar el evangelio, pero esa persona va a decirme, “Tú no fuiste, pero enviaste a David a Indonesia como misionero, y él me compartió el evangelio”. David y yo vamos a compartir el gozo de que haya un alma más en el cielo, él como misionero, y yo tan solo porque lo apoyé, pero ambos tenemos la misma recompensa de sumo gozo eterno.

Para ser un Gayo, un agente secreto de misiones, hay que dar unos pasos simples para apoyar a un misionero: cada día, orar; cada semana, compartir una petición de su misionero con su grupo de oración; cada mes, dar un apoyo económico; cada tres meses, escribir una carta; cada año, mandar tarjetas de cumpleaños o de navidad; cada vez que vuelva el misionero, invitarlo a su casa o a su iglesia; y una vez en su vida, visitarlo en el país donde sirve como misionero.

*Escrito por el Dr. Daniel S. Steffen, Profesor del Seminario Teológico Centroamericano