La Migración de Indígenas: Oportunidades y Desafíos

Un aspecto notable de la realidad indígena de México es el fenómeno de la migración. Cada año cientos de miles de indígenas salen de sus comunidades a buscar trabajo en diferentes áreas de México y los Estados Unidos. Generalmente esta migración es por unos cuantos meses, pero algunos eligen quedarse por unos años o aún permanentemente.

El motivo principal de la migración es económico. La mayoría de las comunidades indígenas forma parte de sociedades campesinas en las cuales los miembros ganan la vida trabajando sus tierras para producir alimento propio y productos agrícolas para comercializar, como el café, plátano, maíz y ganado. Fuera de esto existen pocas oportunidades de empleo en sus comunidades. Cuando la producción agrícola se afecta negativamente por la erosión de los suelos, inundaciones, sequías, plagas o la caída de precios de los productos comercializados, en combinación con el aumento de la población y la falta de alternativas laborales, algunos miembros de tales comunidades se ven obligados a migrarse a buscar trabajo en otro lugar para que sus familias puedan sobrevivir. En algunas ocasiones brotes de violencia y la persecución religiosa también provocan la migración de indígenas.

Una de las opciones laborales más comunes es como jornaleros agrícolas, frecuentemente para grandes empresas hortícolas que producen vegetales para exportación. Las zonas agrícolas de los estados de Sinaloa y Sonora son destinos muy concurridos de este índole. Otros destinos importantes son: la región de San Quintín en Baja California, Morelos, Chihuahua, Guadalajara, las zonas agrícolas cerca de Puerta Vallarta y el centro y norte de Tamaulipas. Además existen numerosos otros destinos de menor importancia.

Muchos otros indígenas optan por migrar a las zonas urbanas para buscar empleo, por ejemplo en la albañilería o en fabricas. Algunos comercializan sus artesanías en las ciudades y destinos turísticos. Desgraciadamente otros terminan mendigando en la calle. Grandes cantidades de indígenas migrantes logran cruzar a los Estados Unidos para trabajar en la agricultura, jardinería, empacadoras de carne, restaurantes y otros empleos.

OPORTUNIDADES Y DESAFÍOS

– EN LAS ZONAS DE ORIGEN

Este fenómeno de la migración crea tanto oportunidades especiales como desafíos formidables para quienes pretenden llevar el evangelio de Jesucristo a las etnias indígenas. Para los que están ministrando en los pueblos de origen a menudo se da la situación que de repente sus ayudantes en aprendizaje cultural e idiomático, sus discípulos o algunos lideres de las iglesias evangélicas abandonan el pueblo durante meses o años, resultando en atrasos en el avance de la obra misionera local por el vacío que dejan.

Un aspecto positivo de la migración que Dios ha usado grandemente es que frecuentemente, por su contacto con cristianos evangélicos mestizos, norteamericanos o de otras etnias indígenas mientras andan fuera del pueblo, los indígenas migrantes regresan a sus pueblos más abiertas a la posibilidad de considerar el evangelio o ya convertidos. En innumerables casos aquí en México esto ha sido la manera a través de la cual el evangelio entró inicialmente a la etnia – por un migrante que conoció a Cristo fuera de su pueblo. ¡Así que no hay que despreciar el solitario alma indígena que se gane y se discipule en la ciudad o en el campo, ya que puede ser el medio por lo cual su pueblo o aún su etnia entera conozca a Jesucristo!

– EN LAS ZONAS DE MIGRACIÓN

También se presentan oportunidades y desafíos para el ministerio entre indígenas en sus zonas de migración. Los aspectos positivos son numerosos:

– Al tener mas contacto con mestizos hispanohablantes, muchos indígenas migrantes mejoran su dominio del español, aumentando la posibilidad de que esta idioma sirva como puente para recibir un conocimiento básico de la fe bíblica.

– Afuera de sus pueblos hay más oportunidades de toparse con cristianos que les compartan de Cristo, sea en contactos normales de la vida o a través de esfuerzos evangelísticos programados.

– En algunos contextos migratorios, particularmente en la agricultura, se pueden encontrar cientos o hasta miles de indígenas, hablando entre ellos hasta decenas de diferentes lenguas autóctonas, concentrados en campamentos para trabajadores, proveídos por su patrón. Esto ha permitido la realización de campañas intensivas de evangelización, a veces utilizando grabaciones evangelísticas de la misión Buenas Nuevas y videos de Jesús y otros en los idiomas indígenas. De este modo decenas de miles de cassettes evangelísticos han llegado a manos de indígenas migrantes en alrededor de 200 idiomas desde el inicio de los noventas.

– Se ha comprobado que los indígenas son mucho más abiertos a considerar el evangelio cuando se encuentran fuera de sus pueblos, alejados del ambiente espiritual opresivo que domina allí y de las presiones de la sociedad autóctona que lucha fuertemente para conservar sus creencias religiosas tradicionales.

– En muchos casos existen pueblos indígenas que hablan el mismo idioma o un variante muy similar, pero entre ellos hay muy poco intercambio social a causa de factores geográficas (por ejemplo: distancia, montañas, ríos, carreteras) o enemistades históricos. En tales casos es difícil que una vez evangelizado un área, fluyan fácilmente las buenas nuevas de Jesucristo a otro. Sin embargo, se presenta la oportunidad para evangelizar a los de otros pueblos del mismo o similar idioma cuando estos se encuentran trabajando juntos en una zona migratoria, permitiendo que algunos regresan a sus pueblos llevando el evangelio y tal vez abriendo puertas para la entrada de otro obreros cristianos.

REDES MIGRATORIAS

Se ha documentado un aspecto interesante y de importancia estratégica de los patrones de migración que vale la pena mencionar. Cada pueblo indígena que participa en este fenómeno de la migración tiende a desarrollar su propia red migratoria. Cuando algunos hombres del pueblo hallan una fuente de trabajo atractivo, pasan la voz primeramente a sus familiares y a otros de su propia comunidad. Así que mientras los habitantes de un pueblo se acostumbran a ir, por ejemplo, a cierto valle en Oregon, EUA, los de otro pueblo de la misma región tal vez vayan a Los Angeles, California a trabajar en restaurantes y los de aún otro pueblo a trabajar en la agricultura en Bizcaíno, Baja California Sur.

Este hecho tiene un significado estratégico porque, aunque algún destino migratorio sea de menor confluencia, puede ser que es el único lugar a que migran los de cierta etnia en particular. Pasando por alto la oportunidad de ministrar allí porque parece relativamente insignificante puede resultar en la pérdida de una apertura especial dada por Dios para poder impactar a algunos miembros de esa etnia mientras estén más abiertos a escuchar.

Desgraciadamente muchas veces la comunidad evangélica – mestiza y norteamericana – ha sido muy lenta en responder a la gran oportunidad que representa tener indígenas trabajando por temporada cerca de ellos, tal vez en parte por los prejuicios comunes contra los indígenas. Aún cuando hay interés, sus esfuerzos pueden verse frustrados por las limitaciones de ministrar en una lengua que no es el idioma materno de sus oidores, por la ausencia de orientación sobre cómo superar las grandes barreras culturales, por la corta duración de su estancia con ellos o por ignorar la existencia de recursos cristianos en los idiomas indígenas. Así que, en muchos casos es muy posible que la gente indígena no entienda lo que le quieran decir, o malentienda, mezclando elementos del cristianismo bíblico con sus creencias tradicionales, lo cual es una forma de sincretismo.

Al reflexionar sobre el fenómeno de la migración me he preguntado si tal vez no sea el “plan B” de Dios. La comisión que Jesús dio a su iglesia fue de IR y hacer discípulos a todas las “naciones” o etnias, incluyendo las de México. Sea por apatía, falta de visión, escasez de recursos, rebeldía, desobediencia, barreras lingüísticas, ignorancia, prejuicios, flojera o el motivo que fuera, la iglesia ha quedada muy corta y hay sido demasiada lenta en realizar su labor encomendada. Tal vez Dios nos está “echando la mano”, en su soberanía utilizando los actuales factores socioeconómicos para llevar los oidores al patio de los mensajeros, abriendo una grieta en sus sistemas religiosas tradicionales, dando una nueva oportunidad a esta generación de seguidores de Jesucristo a cumplir con la gran comisión en México.

por Allan Lee B. Departamento de Principios y Modelos Misionológicos de COMIMEX